"El sistema democrático -entre comillas- tiene una bomba, y la bomba es el voto en blanco. Un cambio democrático puede nacer del uso conciente, muy conciente, del voto en blanco. Eso sería darle un susto, un susto tremendo al sistema electoral. A mí me gustaría que la ciudadanía le diera un susto muy fuerte a la clase política con el voto en blanco. Así se tenga el 80 por ciento de abstención, el sistema seguirá funcionando, pero qué ocurriría, ¿qué haría un gobierno si se encuentra con un 80 por ciento de votos en blanco?"
José Saramago

jueves, 15 de abril de 2010

Hagamos un ensayo de lucidez: votemos en blanco

Por Frank Molano Camargo, Docente Universidad Distrital Francisco José de Caldas – Vocero del Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo MODEP

"El sistema democrático -entre comillas- tiene una bomba, y la bomba es el voto en blanco. Un cambio democrático puede nacer del uso conciente, muy conciente, del voto en blanco. Eso sería darle un susto, un susto tremendo al sistema electoral. A mí me gustaría que la ciudadanía le diera un susto muy fuerte a la clase política con el voto en blanco. Así se tenga el 80 por ciento de abstención, el sistema seguirá funcionando, pero qué ocurriría, ¿qué haría un gobierno si se encuentra con un 80 por ciento de votos en blanco?"
José Saramago
En el 2004 el premio nobel de literatura José Saramago con su obra Ensayo sobre la lucidez, propone una trama literaria en torno a la respuesta a la pregunta ¿Qué ocurriría si, en las próximas elecciones, más del 80% de la población de una ciudad o un país decide votar en blanco?.
En la novela Saramago cuestiona las características de los sistemas políticos del capitalismo contemporáneo, en donde por regla general, el sistema funciona sobre la base del control del “rebaño desorientado”, que siempre elige entre los candidatos que el sistema permite. En la novela, un día de elecciones

resulta que los votos válidos no llegan al 25% del total, imponiéndose además el voto en blanco. Los administradores del régimen político no pueden creer lo sucedido, se debaten entre la idea de una conspiración de grupos extremistas y la pérdida de fe patriótica entre aquellos que votaron en blanco. Al no encontrar culpables el gobierno fabrica un responsable: un movimiento revolucionario, pacífico y democrático, que expresa su maldad a través de las libertades individuales. Por esto el régimen acude a las prácticas de terrorismo de Estado para obligar a la población a arrepentirse de su decisión y volver a los causes de la normalidad política tradicional. En esa estrategia de castigo sobre la población votante en blanco, Saramago, critica también el papel de la izquierda domesticada, representada en el “PDI” de la novela, que no puede entender tampoco la lógica del masivo voto en blanco y termina culpando al movimiento revolucionario por conspirar contra el sistema, que al fin y al cabo era el mejor para ese tipo de izquierda.
La obra de Saramago invita a los ciudadanos a posicionarse sobre sus decisiones políticas cuando comprendemos que las alternativas electorales existentes no representan ninguna transformación para mejorar las condiciones sociales y económicas de un presente vivido.
La experiencia histórica de las democracias realmente existentes, demuestra que votar a la derecha para castigar a la izquierda o a la izquierda para castigar a la derecha no hace sino apuntalar los proyectos que el régimen político requiere. El régimen se da el lujo de permitir disidentes, eso sí que no pongan en peligro los soportes fundamentales del modelo de dominación. Hoy no tiene sentido votar Mockus o Petro para castigar Uribe, o votar Santos para castigar Polo. Se trata de asumir que ninguno de ellos, ni todos ellos, ni unos combinados con otros, son saludables para la enfermedad que padece la democracia colombiana.
Los candidatos actuales representan, con sus matices, la continuidad de un modelo de país degradado y humillado por el terror paramilitar, la ambición desmedida narcotraficante, la humillación y sojuzgamiento neocolonial, la voracidad de los monopolios, el desprecio por la vida del neoliberalismo, el odio de las élites por la vida de las gentes sencillas, la obsesión eficientista de los tecnócratas.
Hoy los cambios pasan por escenarios políticos distintos a los tres poderes públicos vigentes, pasan por reconstruir este país desde sus cimientos. Este régimen que enferma y mata requiere la solución maya pronosticada para el 2012. El VOTO EN BLANCO es sin duda un paso en esa dirección.
El 30 de mayo de 2010 no votemos ni Santos, ni Vargas, ni Sanín, ni Pardo, ni Mockus, ni Petro. Votemos BLANCO y busquemos nuevos escenarios políticos en donde construyamos una democracia popular que ha sido secuestrada.
En esta coyuntura política, más que en ninguna otra, el voto en blanco es la mejor expresión de rechazo a los políticos del régimen, incluso a aquellos a los que se les ha dado la tarea de canalizar la desesperanza, queriéndose mostrar como la alternativa, pero que solo son uno una de las caras de esa cinta de moebius, que da la impresión de tener dos caras distintas, pero que en realidad solo tiene una cara que se repite infinitamente, de eso Mockus y Petro saben bastante.
Es la hora de una lucidez a la colombiana , la cual no se puede agotar en el necesario VOTO EN BLANCO ante tanta desvergüenza y ausencia de política (en el sentido estricto del término), la lucidez obliga a crear escenarios políticos que anuncien alternativas colectivas al régimen. Un escenario posible es el que diferentes organizaciones sociales y políticas estamos prefigurando en torno a la idea del Congreso de los Pueblos, como espacio en donde pensemos otra u otras Colombias posibles y distintas a la Colombia de los narcos, los corruptos, los tránsfugas, los complacientes, los arribistas.
Por ahora lo urgente, votar en blanco el 30 de mayo.

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